Malagueño, malaguista, hombredetrono.

12 octubre 2009

Momentos


Se disponía a sentarse en su sofá para descansar de tanto ajetreo. Una y otra vez cuando pretendía un rato de reposo surgían cosas en el momento más inoportuno que le impedían disfrutar de un instante de descanso.

Aquella tarde había desconectado el teléfono, apagado la televisión y puesto a quemar una pastilla de incienso que perfumaba el salón de un agradable olor a buenos momentos cofrades.

Cogió un vaso ancho y abrió una botella de Glenfiddich que tenía para las ocasiones especiales. Lentamente se sirvió un par de tragos y encendió el equipo de música que comenzó a reproducir en voz baja un disco de Wim Mertens que le ayudaba a sumergirse en un mundo de relajación mientras disfrutaba de su copa y se le venían a la cabeza una gran cantidad de pensamientos.

Pensaba en todo lo que le había ocurrido desde que estaban en ese piso. Todo lo vivido junto a su mujer y sus amigos desde que se encontraban juntos. También vino a su cabeza algún mal momento, pero eran los menos. En la enorme cantidad de recuerdos que acudían a su cabeza la gran mayoría eran para enmarcar y en los que se encontraban presentes casi todos sus seres queridos.


Eran momentos como ese los que usualmente aprovechaba para escribir con calma alguno de sus relatos. Esperó a terminar su copa para levantarse del sofá y aprovechó para llevarse un folio suelto y una Parker que le había regalado su abuelo cuando era pequeño y tenía junto al minibar.

Una vez sentado, de nuevo volvió a servirse un trago, le dio un pequeño sorbo y cogió con delicadeza la pluma mientras recordaba una vez más a su abuelo. Tras dudar un instante como era habitual cada vez que se encontraba frente a un folio en blanco, encontró la frase apropiada para iniciar su relato y comenzó a escribir la siguiente historia:

“Se disponía a sentarse en su sofá para descansar de tanto ajetreo...”

03 octubre 2009

La rica castaña

Aún recuerdo cuando siendo todavía un crío pasaba con mi abuelo junto a un puesto de castañas asadas. Jamás le gustaron. No porque no le gustaran las castañas en si, sino porque para el los puestos de castañas eran indicativo de que ya había llegado el invierno o estaba muy próximo a entrar.

Cada año se repetía el mismo ritual. Yo que ya me lo conocía de años anteriores procuraba sacárselo para escucharle, no se porqué, pero aún ya sabiendo lo que iba a decir me encantaba escuchárselo.

- ¡Mira abuelo ya hay castañas!, ¡Que ricas!.
- Mmmmm, ¿ya están aquí?. Todos los años lo mismo, ya ha llegado el invierno.

Nunca me compró un cartucho de castañas ni yo lo pretendía, pero me gustaba ver como mostraba su disgusto mientras movía con gesto negativo la cabeza de un lado a otro y fruncía la boca.

Desde hace ya ocho inviernos, nueve con este que va a entrar, es ver un puesto de castañas y acordarme al instante de el. Recuerdo perfectamente su mirada de desaprobación y sus gestos como si lo estuviera viendo ahora mismo.

Prácticamente cada vez que tus nietos nos reunimos, y por suerte es muy a menudo, sales en nuestras conversaciones, pero las castañas son un detalle más que me hace revivirte en mi cabeza.

Esta mañana he visto el primero de este futuro invierno.