Malagueño, malaguista, hombredetrono.

30 junio 2008

EL ÚLTIMO BRINDIS




EL ÚLTIMO BRINDIS

DOMINGO, 29/06/2008
Llorar por el fútbol es algo absolutamente normal. El fútbol no deja de ser un espectáculo, pero a diferencia de cualquier representación es algo auténtico, donde los actores se interpretan a sí mismos y la épica, la tragedia o el final feliz que viven es real. Por eso yo nunca he entendido a aquellos que desprecian las lágrimas en el fútbol y luego les parece lógico y respetable llorar en el cine o la ópera.
Esta es una historia que comienza con lágrimas.
Tres jovenzuelos lloraban desconsoladamente la tarde que España caía injustamente eliminada por Italia en los cuartos de final del mundial de 1994. El viejo se acercó hasta ellos y trató de animarles con una frase sentenciosa que reflejaba esperanza y amargura a partes iguales: Niños, no lloréis; porque vosotros todavía podréis ver ganar a España en muchos mundiales, pero yo éste es el último que veo.
El tiempo demostró que la segunda parte de la afirmación era cierta, entre otras cosas porque tú lo quisiste así negándote a ver el mundial de cuatro años más tarde. Quien sabe, si el hecho de haber pronunciado aquella frase tuvo algo que ver, porque tú cumplías la palabra dada con tal celo, que muchas veces lindaba más bien en el terreno de la cabezonería. Después, cuando tú ya no estabas, la primera parte de la afirmación se convirtió en un chascarrillo familiar, algo con lo que nos reíamos cada vez que lo recordábamos como un chistecillo recurrente ¿España ganando una competición? Y entre nosotros ironizábamos que aunque viviéramos miles de años, la selección estaba lo suficientemente maldita como para llegar a vivir ese momento.
A ti, malaguista irreductible y simpatizante del “Atlético” Bilbao. A ti, republicano y patriota. A ti, creyente con corazón semanasantero y alma anticlerical. A ti, que sólo te escuché idolatrar a Douglas Fairbanks, Ben Barek y Gardel. A ti, defensor de Málaga hasta el chovinismo. A ti, digno pintor de brocha gorda. A ti, que como Ethan Edwards en Centauros del desierto nos enseñaste que un hombre sólo empeña su palabra una vez, y como el propio John Wayne podías llevar a gala el ser Feo, Fuerte y Formal. A ti, zocato cerrado para golpear la pelota y mágico ambidextro para todo lo demás. A ti, que sembraste en mí el gusto por los toros, te fuiste sin verlo florecer y ahora daría lo que fuera por acompañarte a los tendidos. A ti, ¡que sólo a ti debemos esta pasión por el fútbol! A ti, que esta noche te vas a fastidiar porque, aunque padecías una fobia mahometana al alcohol, vas a perdonarnos a los tres el alzar las copas y brindar por tu memoria. Porque yo sé que, estés donde estés, esta vez eres tú el que se ríe con nosotros recordando aquel viejo chascarrillo familiar.
Esta es una historia con final feliz.






Texto original de Von Fleud. Descárgalo pinchando aquí.


2 comentarios:

Oskar MG dijo...

Los grandes deseos de los grandes hombres, antes o después, se cumplen para alumbrar a los suyos... ;)



Y... como los germanos no la saben meter, nosotros somos los CAMPEONES DE EUROPA!!! =D


Zalú!

Anónimo dijo...

Arriba España, joé